La vieja ermita de San Frutos, otrora priorato de relativa importancia, hoy sobrevive, cual nido de buitre, encaramado a uno de los cortados en uno de los paisajes más mágicos e impactantes de toda Castilla.
Construida a finales del siglo XII, un ejemplo más de los tantos y buenos ejemplos románicos de esta provincia, se presta de ser el lugar de culto del patrón de provincia.
Muchas leyendas figuran en torno a él, pero quizá, solo los tatarabuelos de los buitres que aquí habitan, podrían asegurar su veracidad.
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