Después de mi anterior toma subida a esta galería, en la que prima el paisaje compuesto con la guinda del mamífero. Podría decirse que estableciendo un equilibrio compartiendo protagonismo entre un medio con gran impacto visual y el documento mostrando una faceta de la vida del zorro dentro de ese medio. Esta es una modalidad de la fotografía de naturaleza que más me satisface mediante pasan los años.
Obtener primeros planos de especies esquivas ( los mamíferos silvestre lo son todos en mayor o menor medida en esta piel de toro con fuerte presión cinegética), es una meta que siempre atrae, sobre todo cuando empiezas a trabajar con una especie. Pero siempre me ha llamado el mostrar con más medida o dando ciertos matices el medio que habitan las especies silvestres que trabajo. Quizá sea debido a la extrema belleza de los agrestes medios en los que suelo moverme en la Cordillera cantábrica, lo que me hace decantarme cada vez más hacia esa forma de ver la fotografía de naturaleza.
Tengo intención de dedicar más esfuerzos en el futuro a mejorar en esa modalidad, digamos de especie en su medio o paisaje con fauna.
Pero hoy me apetece compartir una fotografía en cercanía. En este tipo de fotografías y en este caso pondera el disfrutar de la belleza y detalle de la especie. El protagonista es un macho dominante de nutria , el cual desarrollaba sus perfeccionadas actividades predatorias en un amplio tramo de un río leonés. Me dedique durante más de un año a hacer un seguimiento de este ejemplar y las dos hembras que compartían territorio.
Y tengo unos recuerdos bellísimos, de unos amaneceres helados medio tiritando a la espera de que aparecieran, cosa que cuando ocurría me hacía olvidar frío, dolores y demás pesares.
Bueno no me enrollo más y aquí tenéis un perfil del mismo.
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Una hembra de rebeco con su cría del año observan el mar de nubes que cubre el valle por debajo de ellos.
Las nieblas persistieron esa mañana, para ver el cielo descubierto había que ascender por encima de los 1800 msnm.
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Recupero esta fotografía de mi archivo para el tema semanal.
En la fotografía un macho dominante de corzo captado dentro de su territorio en el interior de un robledal de la C. Cantábrica.
Era la primera hora de la mañana y la luz penetraba con dificultad el dosel forestal, yo estaba situado con la luz a mi espalda, la misma luz que a él le cegaba y dificultaba apreciar bien mi silueta. Permanecí pegado al tronco de un roble, mientras él se estiraba, aparentemente para intentar captar mi olor y determinar qué es lo que yo era.
Los machos establecen un territorio mediante vocalizaciones similares al ladrido de un perro, y un marcaje olfativo a través de sustancias químicas.
Esta sustancias son liberadas por diversas glándulas odoríferas, presentes en la frente, junto a los ojos, en el pie posterior y entre las pezuñas delanteras.
El celo tiene lugar entre mediados de julio hasta la segunda quincena de agosto. Caracterizándose este por las persecuciones que protagonizan los machos detrás de las hembras.
La ovulación de las corzas la determinan factores como su masa corporal y estado fisiológico en el momento del celo, suponiendo que la hembra haya tenido una buena alimentación estival, incrementara las posibilidades de la misma. Es el único cérvido europeo que presenta diapausa embrionaria, es decir que el óvulo fecundado permanece libre en el útero y no se implanta en su pared hasta finales de diciembre o principios de enero.
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Un momento robado de abstracción de este macho de rebeco, el cual aparece soleándose y con los ojos cerrados unos instantes.
En esos mágicos momentos, previos a que se percatara de mi presencia y se pusiera en alerta.
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Ayer tuvimos una atmósfera con abundante polvo en suspensión, pero las fuertes rachas de viento limpiaron algo el ambiente en la cordillera cantábrica. Amanecí a más 1600 mts, con unas temperaturas algo menos crudas de lo normal para esta época del año, pero con una sensación térmica bastante más fría debido al viento.
Pase la mañana jugando al gato y el ratón con varios grupos de rebecos. Dos machos interactuaban con súbitas persecuciones del ejemplar dominante detrás del protagonista de esta fotografía. La sangre no llegaba al río, aunque en la pasada época de celo las cosas debieron ponerse más serias, visto el aspecto de uno de los cuernos del perseguido.
Era un ejemplar con el pelaje ya mudando y el cuerno izquierdo partido por encima de su base. Si bien tuve algunas ocasiones de fotografiarlo, no fue hasta que despachaba el bocata, que quizá ya sabedor de mi nula peligrosidad y mostrando una evidente curiosidad, sin perder la prudencia, accedió a dejarse captar con más cercanía. Y aunque fue con la dura luz y la evaporación propias de las horas centrales del día, algo suavizaron la calima las ráfagas de viento que tras una pequeña tregua volvieron a soplar con insistencia.
Tomada a pulso, fotograma original.
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