A raíz de mi foto previa y de algún comentario al respecto me he animado a subir varias de esta especie en un ambiente particular, pero muy común para ella. El gorrión común (Passer domesticus) es el comensal del hombre por excelencia. Vive a nuestro lado en gran parte del planeta, obteniendo beneficio de esa cercanía. Ciudades, pueblos y áreas agrícolas son su hábitat principal. ¿Y qué mejor lugar para vivir que en los alrededores de las explotaciones ganaderas? Vemos aquí un precioso macho entre los pesebres de la nave que alberga un rebaño de ovejas, en donde encuentra suficiente y variado alimento para llevar una buena vida; pienso, maíz, cereales, ... multitud de insectos que se multiplican donde hay ganado, ... Además, huecos en las edificaciones para construir sus nidos, así como en las grandes encinas que rodean el lugar. Y el agua no les falta. En lugares así prosperan en grandes números, lo que no deja de ser una satisfacción, habida cuenta del declive poblacional que está soportando, y que en España SEO consideró para la década 2008-2018 del 21%, o lo que es lo mismo, en esos años desaparecieron 30 millones de gorriones en nuestro país. En ciudades como Londres, o Amberes, o Bruselas, o Hamburgo prácticamente han desaparecido por completo.
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Mismo lugar que el mostrado en mis dos fotos previas, donde la tormenta y el dramatismo se adueñaban de las sensaciones del espectador. La primera que os mostré de toda la serie, titulada "Un poco de Apocalipsis", aunque parezca realizada en el mismo punto que las dos previas a las que hago referencia aquí, en realidad no lo estaba, habiendo sido obtenida con un par de horas de diferencia respecto de estas y en enclaves distintos de la isla de Andøya, una interesantísima isla perteneciente al archipiélago de Vesterålen, al norte de las archiconocidas Lofoten. Pero esta sí, esta fotografía está tomada en el mismo lugar que las drámaticas dos fotos anteriores, y en el mismo momento, con tan solo unos minutos de diferencia. ¡¡Quién lo diría!! ¿no? Si en los comentarios hablábamos varios de los contrastes de la última foto, esta viene a ratificarnos en nuestras palabras.
A veces la tempestad y la calma vienen juntas.
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El alcatraz atlántico (Morus bassanus) es un ave que, como muchas otras pelágicas, se reproduce formando enormes colonias de cría. Estas suelen ocupar acantilados costeros e islotes, a los que regresa cada temporada. En estos lugares utiliza pequeñas repisas como la de la imagen o, más comúnmente, en las zonas superiores de los acantilados, en lugares horizontales o con menos inclinación. Cuando puede, elabora unos modestos nidos a modo de pequeños conos volcánicos, con tierra y materiales vegetales, que continúa acumulando durante la crianza de su único polluelo.
Históricamente estas colonias fueron explotadas por el hombre, que aprovechaba su accesibilidad para aprovechar como recurso alimenticio sus huevos y pollos, e incluso la carne de los adultos y sus plumas. Esta fue la principal causa del brutal declive que tuvo la especie durante el siglo XIX y primeras décadas del XX. Declive que se notó no solo en el número de alcatraces en sí, sino también en el de colonias de cría, que desaparecieron en gran número.
No todo van a ser malas noticias, y el abandono de la explotación de las colonias como recurso económico ha representado un punto de inflexión para la especie desde mediados del siglo pasado, y podemos asegurar que el alcatraz atlántico está viviendo un nuevo renacer, no solo en el total de individuos, sino también en el de nuevas colonias. En la actualidad se estima que solo la población europea, sin contar la americana, supera los 260.000 ejemplares. En 2004 Birdlife International estimó una población mundial que rondaba el 1.000.000 de ejemplares.
Estas colonias constituyen, sin ningún lugar a dudas, uno de los mayores espectáculos de la naturaleza, congregando densidades enormes, con dos 2 o 3 nidos por metro cuadrado. Aunque las siguientes cifras no tienen por qué estar actualizadas, la colonia escocesa de la isla de Bass Rock (de donde toma el apellido la especie: "bassanus"), por ejemplo, contabiliza del orden de 60.000 parejas, lo mismo que la de las Islas Kilda. La de Sept Îles, en la bretaña francesa, del orden de 18.000, otra cifra similar a la de la isla islandesa de Eldey. Esta cifras esperanzadoras se traducen en un notable aumento de su presencia en nuestras costas atlánticas y mediterráneas durante el invierno o el paso migraotorio. Esperemos que esta tendencia se mantenga hasta que la recuperación de todas sus antiguas colonias sea un hecho.
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Tan solo un minuto después de la fotografía previa y desplazando un poco la dirección de la toma me encuentro con esta composición, a la que le hice también distintas versiones.Como comentábamos en las fotos previas, la silueta de un mamífero en ese hueco del horizonte hubiera sido la guinda de un pastel que se iba acabando. El atardecer iba tocando a su fin y esta servirá para dar cerrojazo a la serie. Aunque hubo algún otro día bueno, ya no fue tan espectacular como el de aquella jornada, el listón había quedado muy alto. Please, ¿si tuvieseis que escoger una entre las cinco, cuál es la que más os ha gustado?.
Saludos.
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El primer contacto con los ciervos fue a contraluz. Aparcamos la furgoneta y decidimos echar un primer y rápido vistazo a ver qué se veía por la zona. Enfrente nuestro teníamos el bosque y un sol que declinaba rápidamente, así que no tendríamos mucho tiempo de hacer fotografías. En medio, una gran explanada abierta, verde por las lluvias, con un grupo de ciervos (Cervus elaphus). Casi las primeras fotos que pude hacer en aquel lugar fueron de este macho de 14 puntas cruzando por delante con las cuernas embadurnadas de barro. Dos hembras al fondo -que parecían observar el paseíllo del semental- sirvieron para componer una diagonal interesante. Ni un berrido, ni una sola pelea seria, únicamente escarceos entre jóvenes. Habrá que adaptarse entonces, y dedicarse a inmortalizar principalmente la presencia de estos imponentes animales.
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