Sin duda una de las aves más familiares para nosotros, como consecuencia del aumento exponencial que en las últimas décadas ha experimentado la especie en las áreas urbanas, la paloma torcaz (Columba palumbus) es hoy en día un ave muy habitual en las ciudades, aunque originariamente su hábitat principal sea los bosques de frondosas, y en especial de encinas y alcornoques en nuestro país. Su arrullo suena con cotidianidad en parques, jardines y edificios, sobre las antenas, las farolas o los balcones. En estas fechas ya están enfrascadas en sus cortejos y ya he visto a un par de ellas visitando los viejos nidos del año pasado. Se trata de un pájaro robusto y de una belleza especial, con ese pecho rosado oscuro y esas manchas blancas en los laterales del cuello tan llamativas.
Dado que se prodiga poco esta especie en la fotografía de fauna voy a subir alguna más a ver si se anima algún otro compañero, que seguro que salen fotos chulas de esos archivos. La especie se lo merece. Desde mi ventana, imposible evitar esa rama desenfocada de la izquierda.
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También podría haberla titulado como "La foto" porque fue la única que me gustó realmente de las que pude hacer en tres horas de intentos a las diversas especies que pasaron por el comedero invernal. Viendo que J. Ros subió ayer una de esta especie, a ver si más gente se anima a subir más imágenes de ella. Esta, aunque estaba invitada, solo se acercó en esta ocasión y fue, precisamente la menos participativa la que me regaló la mejor instantánea. El petirrojo (Erithacus rubecula) es un pajarín amable con los fotógrafos de fauna, colaborativo y confiado, lo que hace que en muchas ocasiones se le pueda retratar incluso sin hide, a pecho descubierto. Sin embargo, este servidor apenas tiene guardadas de ella en su archivo una docena larga. Ninguna especialmente chula. Esta por fin sí me ha satisfecho y me hace especial ilusión añadirla a mi archivo. A ver si dedico algo de esfuerzo a esta especie tan cercana al hombre y tan bonita.
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En alguna de mis fotos previas un par de compañeros hicieron mención al órgano vomeronasal o de Jacobson con el que gran número de mamíferos son capaces de captar las feromonas que desprenden otros congéneres y así obtener información valiosa del individuo que las ha liberado. En este caso estos compuestos químicos son expandidos por las hembras de cabra montés (Capra pyrenaica victoriae) mediante la orina, transmitiendo una información valiosa a los machos de su especie para conocer su estado de receptividad sexual, y si está o no ovulando. El citado órgano vomeronasal no es propiamente el olfato del animal (pituitaria, nervios olfatorios, etc.), sino un órgano "asociado" a dicho sentido localizado en el hueso vomer (en la parte inferior de la cavidad nasal, sobre el paladar) y que cuenta con células distintas a las del olfato, receptoras de ciertos compuestos químicos como son las mencionadas feromonas. Todos hemos visto a las serpientes sacando y metiendo sus lenguas para "oler" a sus presas; pues bien, lo que están haciendo es impregnar en su lengua esas sustancias químicas que pueden estar flotando en el aire e introducirlas en su boca hasta ponerlas en contacto con su órgano vomeronasal en el paladar. Gran parte de los mamíferos cuentan con dicho órgano, incluidos nosotros mismos, aunque aún existen controversias al respecto de su funcionalidad en humanos, pues hasta hace poco era considerado por diversos autores como un árgano vestigial heredado de nuestros ancestros, y sin funcionalidad alguna. Hoy en día parece claro que está presente en los humanos adultos con plena funcionalidad al estar conectado con nuestro cerebro, provocando cambios conductuales en las personas.
Bueno, el caso es que algunos animales mejoran la captación de las feromonas levantando los labios superiores, en lo que se conoce como "reflejo de Flehmen", que consiste en el levantamiento y retracción de los labios superiores. ¿Quién no ha visto en algún documental a leones o caballos regalándonos estas muecas? Pues esta imagen me sirve para mostrar estos aspectos en el celo de las cabras. La hembra no parece estar receptiva todavía y mantiene la puerta cerrada, con su cola baja, mientras el macho intenta averiguar si ella ha entrado en estro o no, levantando su labio superior mediante dicho reflejo de Flehmen y transfiriendo así las feromonas de la hembra a su órgano de Jacobson.
Un girito de la cabeza a la izquierda de la futura mamá cabra hubiera estado bien, pero aun sin ese detalle esta foto siempre me ha gustado y, aunque podía verse mejor, sirve para documentar estos aspectos de su biología. Foto con un ligero recorte para compensar mi mal encuadre. Espero que os guste.
PD.: Más fotos de sus conductas durante el celo en
cuadernodeunnomada.blogspot.com/2022/12/la-rueda-de-la-vi...
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Cuando tienes a estos colosos cerca comprendes porqué enganchan tanto. Después de no tener suerte el fin de semana pasado, y en tanto tenga oportunidad de regresar de nuevo a su terreno de juego, subiré alguna más de las que se acumulan en el disco duro.
Trabajar con el 500 fijo tiene sus ventajas (de las que no quiero prescindir), pero también sus inconvenientes (con los que bregaré como buenamente pueda). Mi por entonces hijo pequeño (12 años) con su zoom pudo aprovechar bastante mejor que yo la oportunidad que nos dieron estos dos toros de lidia. Yo, con mi lente, apenas pude tirar algo y me tuve que conformar con ser espectador de lujo de aquella batalla agotadora. El terreno no permitía alejarse porque perdías de vista a los contendientes, así que me limité a disfrutar de la escena e intentar aprovechar "como pude lo que pude". El lugar era francamente horrible para hacer algo atractivo. Muchas piedras pequeñas, arbustos, restos de ramas secas,... un maremagnum de distracciones. Un desastre. Aún así, alguna imagen se salvó de la quema. La nariz de uno de los contendientes estaba ensangrentada y los cuernos de ambos presentaban manchas rojas del contrario, fiel reflejo de la seriedad de estas peleas amorosas.
Estos combates son, sin duda, el objetivo principal de todos los fotógrafos que nos acercamos hasta allí, pero no resulta nada sencillo coincidir con ellos, y menos aún verlos a la distancia adecuada como para poder archivarlos en una tarjeta de memoria. La suerte aquí juega un papel fundamental. A veces duran unos minutos, y a veces incluso horas. En ocasiones los tienes a la distancia perfecta y en terreno atractivo, pero en otras están muy lejos y solo escuchas el sonido de los topetazos. Si duran suficiente tiempo tendrás la oportunidad de llegar hasta la acción, si no ... olvídate. En esta oportunidad la suerte nos sonrió, aunque solo en parte. Los oímos desde la ladera de enfrente. Con los prismáticos los localizamos, muy lejos, pero como parecía que aguantaban nos dirigimos hasta ellos. Primero hubo que bajar de la ladera donde estábamos, cruzar a duras penas el arroyo helado sobre las piedras nevadas y después subir por la ladera contraria, aprovechando manchas de nieve que nos facilitaron transitar sobre terreno pedregoso. Las dos cabras monteses (Capra pyrenaica victoriae) iban ganado altura según combatían. Cuando las alcanzamos tuvimos suerte de que aguantaron algo más de media hora en una zona pequeña, lo que nos permitió hacer algunas fotos. Luego siguieron su marcha ladera arriba dándose topetazos de vez en cuando, midiéndose y desafiándose hasta que las perdimos de vista. Imposible seguirlas por la montaña.
Ahí os dejo el enlace al blog que por aquel entonces mantenía mi chaval para que veáis alguna imagen más de aquella pelea:
laculpanoesdepablo.blogspot.com/2014/11/enfrentados.html
Saludos a todos.
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O eso es lo que a mí me parecía que se hacía la tía. Durante varias primaveras estuve yendo a un lugar concreto en el que criaba esta especie y el resultado final fueron apenas un par de fotos de mi agrado. En el mismo lugar unos compañeros le hicieron fotos a discreción un año previo, sin problema, le cambiaban el posadero una y otra vez y regresaba para ser fotografiada hasta aburrirlos. Pero ... durante varias temporadas la intenté yo también y no hubo manera con ella. Esta imagen y la otra que aparece en mi galería fue lo mejor que pude obtener de esta hermosísima ave, la collalba rubia (Oenanthe hispanica), que cada temporada llegaba puntual a aquel entorno. Nunca llegué a entender aquella diferencia de comportamiento, quizás ellos simplemente habían tenido suerte con el ejemplar o la ubicación. El caso es que con el tiempo me acabé cansando de trabajar en dicho lugar por la cantidad de gente que se acercaba hasta allí de paseo y con BTTs, pero no descarto seguir intentándolo en nuevas temporadas. Es más, recuerdo muy bien una de aquellas anécdotas que no se me olvidarán fácilmente. Estaba intentando a esta especie con un posadero chulo cuando, después de horas y varios días de buscar la fórmula, veo por los ventanucos del hide que se posa mi amiga en mi palito, la encuadro sin prisas para no fastidiarla, enfoco al ojo, y cuando voy a apretar el botón disparador ... asoma un casco de bici por el rabillo del ojo con un ciclista debajo y me espanta el pájaro. No volvió a posarse allí. De aquel lugar tengo fotos muy chulas de cogujadas, de tarabillas, de algún verderón, de perdiz, ... pero de mi collalba rubia apenas dos. Es lo que tiene la fotografía de naturaleza, nunca puedes estar convencido de que la suerte te sonreirá, y esto último a menudo resulta ser un factor decisivo, la suerte.
Un saludo.
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