En el valle del arroyo de las Navas del Molero, al pie de las laderas del Collado de Tres Encinas, se sitúa el antiguo balneario de Santa Elisa. Todavía se pueden contemplar las ruinas del gran hotel y de los quioscos decimonónico que cobijaban al manantial de aguas ferruginosas. Las propiedades curativas de estas aguas se conocen desde antiguo. A mediados del siglo pasado, Ramírez de las Casas-Deza nos hablaba de varias; fuentes minerales gaseosas; repartidas por la zona. Y cuando, pocos años después, en 1865, Elías Cervelló y Chinesta es destinado a Córdoba como ayudante facultativo del Cuerpo Nacional de Obras Públicas, observa que muchas personas enfermas y de pobre condición acudían a estos manantiales a paliar sus enfermedades. Fue Cervelló el verdadero impulsor de los balnearios, que en pocos años alcanzaron gran prestigio.
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En el valle del arroyo de las Navas del Molero, al pie de las laderas del Collado de Tres Encinas, se sitúa el antiguo balneario de Santa Elisa. Todavía se pueden contemplar las ruinas del gran hotel y de los quioscos decimonónico que cobijaban al manantial de aguas ferruginosas. Las propiedades curativas de estas aguas se conocen desde antiguo. A mediados del siglo pasado, Ramírez de las Casas-Deza nos hablaba de varias; fuentes minerales gaseosas; repartidas por la zona. Y cuando, pocos años después, en 1865, Elías Cervelló y Chinesta es destinado a Córdoba como ayudante facultativo del Cuerpo Nacional de Obras Públicas, observa que muchas personas enfermas y de pobre condición acudían a estos manantiales a paliar sus enfermedades. Fue Cervelló el verdadero impulsor de los balnearios, que en pocos años alcanzaron gran prestigio.
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