Levantadas por orden de Juana I de Castilla en 1505, hay que inscribirlas en las labores de fortificación y defensa de la costa del Reino de Granada tras su conquista y el desplazamiento de la frontera de Castilla hacia el mar. Adra constituyó durante los dos siglos largos de inseguridad una de las piezas clave en la defensa de la costa del antiguo Reino de Granada.
El recinto amurallado del castillo tenía forma de hexágono irregular de 475 metros de longitud con siete torreones en las esquinas. Dos puertas permitían el acceso a la población, la Puerta de Tierra, hacia el río, en el este, y la Puerta del Mar hacia la costa. La fábrica de estas murallas se compone de mampostería y mortero de cal, siendo los mampuestos más voluminosos los que ocupan la base y se van haciendo más pequeños hacia las partes altas. Todo el conjunto se encontraba enfoscado con un mortero de cal. Tanto las murallas como las torres estaban salpicadas de troneras y saeteras.
Con la disminución del peligro de ataques en el siglo XIX. Quedan restos de algunos lienzos y torres incrustados en el urbanismo actual de la ciudad, concretamente el Cubo de la Carrera (torre de la Vela) y el Cubo del Cementerio (torreón de la Olvera), que son los dos vestigios más relevantes del antiguo recinto, junto con un pequeño tramo del lienzo oriental del perímetro, conformándose así pues como tres tramos de muralla restaurados, sin conexión entre ellos hoy, y el torreón de D. Pablo Moya, que ocupaba la esquina sur occidental del recinto, junto con un trozo del lienzo asociado.
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