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User / SINDO MOSTEIRO / Sets / Manolo Paz
Sindo Mosteiro / 7 items

N 7 B 1.3K C 2 E Aug 1, 1998 F Sep 29, 2017
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Fotografía tomada cunha Sony Digital Mavica MVC-FD7 en agosto de 1998.

"Bucea en un mar lítico. Mar de piedra es la cantera y un mar es lo primero que ve Manolo cada día y luego se va a la piedra."

Entrevista de Mónica Torres a Xacobo Sanmartín e Manu Paz, La Voz de Galicia, 19/03/2010.

MÚSICA: Nils Frahm - Re
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EL LENGUAJE DE LAS PIEDRAS

Cómo hacer hablar a las piedras. El sueño ancestral de dar vida a lo inanimado, de establecer un diálogo con lo inerte, a cuyo seno ha de retornar inevitablemente el ser humano al término de su vida, constituye una de las fantasías más persistentes de la imaginación colectiva. En la obra del escultor gallego Manolo Paz ese sueño alcanza una formulación casi musical en su juego con la escala, el volumen y la repetición de las formas.
Aunque en sus inicios Paz produjo collages y piezas de madera, y aunque últimamente ha realizado obras con rejas metálicas pintadas, lo que mejor define su talante artístico es su trabajo con la piedra. Con las piedras, en sus diversas modulaciones: piedras autóctonas de Galicia, cuarcitas y, sobre todo, granito de distintas cualidades, Paz establece un diálogo íntimo que sorprende y emociona por la intensidad de sus resultados.
Se trata, dice el propio Paz, de "tener fe en la piedra", de dejar "que hable por sí, por ella". De "darle un machetazo, abrirla en canal, y que surjan los misterios, la energía que lleva dentro". Entre piedra y hombre se establece una relación agónica, una lucha, que es en si misma un acto de amor. A la piedra hay que darle "muy fuerte", porque si le das "despacio" rebota el puntero. "La única manera de entrar en la piedra es asustarla", advierte Manolo Paz, "porque si no, te asusta ella a ti".
Su trabajo con las piedras es enteramente personal: manual, corporal, y por ello, mental. El martillo y el cincel estructuran un orden que, junto con los diversos grados de pulimento y la aceptación de su estructura en bruto, natural, hacen brotar la forma en la piedra. En todo caso, aun desvelando su entraña más íntima, para este escultor-artífice las piedras siguen llevando la piel del lugar donde nacieron, a diferencia de lo que sucede con los animales cuando son sacrificados y despojados de su piel para convertirse en comida.
La metáfora de la piedra como alimento es central en el universo estético de Manolo Paz, para quien las grandes moles de granito, de más de ciento veinte toneladas de peso, son "barras de pan" difíciles de encontrar. A las que hay que romper para darles vida. Son, indica, "curiosidades de la naturaleza". A las que, con su trabajo de talla y pulimento, el escultor da distintas temperaturas: caliente o frío. De las que hace brotar la energía que se esconde en su interior.
Estamos así, corno sucedía con el gran pionero de la escultura de nuestro tiempo, Constantin Brancusi, en una dinámica plástica que encuentra su fundamento en la voluntad de dejar hablar libremente a los propios materiales. Y que, a la vez, como en el gran maestro rumano, remite a los usos más primigenios, ancestrales, de la escultura: escultores o herreros, forjádores de los suelos de la humanidad, artífices de la transformación humana de los materiales de la madre tierra.
En Paz, ese hálito remoto remite al trabajo tradicional de los canteiros, quienes, "al tener las manos ocupadas, tenían la mente descansada. Así discurrían tanto". Mientras los brazos y el cuerpo entero trabajan, la mente queda libre para elevarso a los espacios más elevados del espíritu, y así encontrar la forma.
Esa forma, que no es figurativa en un sentido primario o superficial en las obras de Manolo Paz, conduce a ese reflejo del espíritu que el hombre sabio, sobre todo en las culturas tradicionales, cree encontrar en la naturaleza. Allí, en la naturaleza, el escultor muestra al hombre cómo intervenir en los materiales, sin destruirlos, intensificando su armonía, haciendo que cobren vida. Estableciendo a través de la obra una "alianza" del ser humano con la naturaleza.
La obra de Manolo Paz resultaría, sin embargo, anacrónica si todo en ella remitiera al espíritu y las técnicas tradicionales de la escultura. En este mundo de sincretismos voraces, lo realmente decisivo es su capacidad para saber integrar esa remisión ancestral al lenguaje de la madre tierra, de las formas de la naturaleza, con una actualización continua de la representación geométrica, de seguir dando vida a la piedra en un mundo tecnológico, de materiales producidos artificialmente.
Eso es lo que da una auténtica consistencia y futuro a su trabajo, la manera en que integra lo viejo, lo ancestral, con lo nuevo. Paz crea un bosque de menhires, esas piezas monolíticas clavadas en el suelo, que nos remite directamente al Neolítico de la humanidad, a las raíces más remotas de nuestros sueños de verticalidad, de elevación. Pero, a la vez, inscribe en ellos, en sus menhires, el signo constructivo, geométrico, de una ventana abierta por la que se desliza nuestro titubeante ojo moderno.
Para Manolo Paz, esa ventana es, una vez más, una apertura en la piedra. Se trata de abrir las piedras, de abrirlas para que puedan ver, porque si no, estarían a oscuras. Y, efectivamente, cuando uno las contempla en su prado de Quintáns, alineadas frente al mar, alcanza a comprender cómo el sentido último de esos menhires, como el de todas las demás piedras celosa e íntimamente configuradas, sólo se percibe a través de su Integración con el paisaje. Con el verde ancestral que nutre la tierra gallega, con el mar que pone un limite preciso al horizonte dibujado en la ventana del menhir.
Esos cuerpos de piedra se identifican con cuerpos humanos. Viven en sí, pero nosotros vivimos en ellos. En su cabeza, en su estómago, en sus extremidades hundidas en la tierra. En la obra de Manolo Paz alienta un sentido de recuperación de la memoria más remota de la humanidad: "Con tanta información, nos están borrando la memoria". Pero se trata de una recuperación que proyecta su dardo hacia el futuro. Hacia el reencuentro del ser humano con la naturaleza, a la que pertenece, pasando a través de los senderos de ese nuevo laberinto que es la tecnología. Las piedras hablan.

JOSÉ JIMENEZ

MÚSICA: Creedence Clearwater Revival - Lookin' Out My Back Door
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Manolo Paz

Henry Moore distinguía entre belleza y poder de la expresión, entre la escultura que nace con el fin de cautivar los sentidos y la que contiene una longevidad espiritual, una energía interior que sí permanece inherente a las obras de Manolo Paz (Cambados, Pontevedra, 1957), sin importar la representación buscada por el propio objeto. Son las de Paz unas obras de clara conciencia antropológica, que fusionan su condición galaica con las formas hoy tradicionales de la escultura contemporánea. Los materiales gestados por la tierra, como el ancestral granito que lo relacionan con la cultura castreña y el megalitismo, retornan como pródigos descendientes educados por las manos artísticas a su lugar original, lo que le lleva en muchos casos a eliminar el pedestal para recuperar el contacto con el suelo, volviendo a la posición natural de la roca.
Su mundo es un poético juego de oposiciones y contrastes, la nada y después el todo, la luz y tras ella la sombra, el primitivismo y vistiéndolo la factura, el finito que matiza el infinito, un ecléctico universo de estudios materiales que lo acercan a figuras como Röckrein, Werthmann, Falkensteln o Noguchi, conceptualizando paulatinamente su trabajo en el terreno de lo compositivo.
(...)
Manolo Paz invade el espacio rítmicamente o mejor, armónicamente, creando así un paisaje de luz y sombra, centrípeto, lleno y, a la vez, vacío.

David Barro, El Cultural de El Mundo (28/11/1999).

MÚSICA: Janis Joplin - Kozmic Blues.
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N 6 B 597 C 2 E Aug 1, 1998 F Sep 29, 2017
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Fotografía tomada cunha Sony Digital Mavica MVC-FD7 en agosto de 1998.

Su obra tiene más éxito fuera de Galicia que aquí. ¿A qué se debe?

R. Sí, la verdad es que veo que la gente de fuera entiende mejor mi obra que los propios gallegos. Tal vez es porque aquí no apreciamos el material, la gente ve el granito como una piedra más y no le da importancia. Mis piezas las han entendido y apreciado en una sociedad tradicional como la japonesa y también en una industrial como la estadounidense. Lo que pienso es que para ser gallego no hay que esculpir un gaiteiro. ¿No es así? El arte tiene que tener vocación internacional porque no necesita un idioma concreto para ser transmitido.

Entrevista de José Luis Estévez a Manolo Paz, El País, 8/11/2011

MÚSICA: Nils Frahm - Corn
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Manolo Paz, el templo de piedra

(...)
No debe deducirse que Manolo Paz sea un escultor que deliberadamente evoque formas reconocibles, ni que su propósito sea descriptivo. Este sugerente montaje ha surgido probablemente de forma casual. En él se sitúa por encima de todo el entendimiento de la piedra como material con multitud de posibilidades escultóricas y de manifestación de principios esenciales en el arte y en la naturaleza, abordado desde una óptica contemporánea y atípica en el panorama no ya nacional sino internacional. En esta misma exposición, como decía, confluyen diferentes líneas de avance que se resumen en dos estrategias básicas: una que indaga el interior de la piedra y otra que construye nuevas formaciones con lascas de cuarcita o pizarra. En la primera línea, bien hace que el espacio, el aire, penetre en la piedra, mostrándonos su interior, bien hace una “cata” que desvela un fragmento de una posible escultura contenida en la roca, una forma de perfiles cortantes, fría y oscura: calidades contrarias a la “piel” natural de la piedra. Pero quizá donde Paz ha conseguido mayor espectacularidad sea en sus piezas “construidas”, una dirección que se inició a mediados de la pasada década. Las lajas de piedra metamórfica funcionan como planos que se superponen o se entrecruzan, una forma de escultura pétrea que rompe con la tradición y que se acerca a menudo a lo arquitectónico. En este tipo de obras se insinúan valores paradójicos en lo lítico como la aparente inestabilidad, la ilusión de movimiento, de giro y hasta la ligereza.

Elena Vozmediano, El Cultural de El Mundo (24/03/2003).

MÚSICA: The Jimi Hendrix Experience - All Along The Watchtower
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