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User / SINDO MOSTEIRO / Sets / Pontevedra
Sindo Mosteiro / 51 items

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COMO METÁFORAS

ETERNAMENTE

AGRARIAS

elixes o vieiro máis triste

unha paisaxe verde: glacée

así rematan os outonos

porque nós brincamos sen rede, para eso tomamos "lección de abismos"

Debo ser amable

buscar accións que me fagan sorrir

Así sobrevivimos:

ti e mais eu, meu alien favorito

fóra da matriz



ao igual que grandes Ursos-brancos sobre os témpanos de Groelandia

Chus Pato, Hordas de escritura, 2008.

MÚSICA: Mikael Sapin - To Infinity
youtu.be/Q50ij7OSUkg

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C4 CHAIR

Les hommes se racontent
la femme dans leurs poèmes
et leurs musiques
Ils portent au flanc une
éternelle déchirure de haut
en bas. Ils ne sont que
moitié, n'alimentent la
vie que d'une moitié
Et la seconde part vient
à eux et se soude
Et bien ou mal leur en prend
à tous deux
qui se sont rencontrés !
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LE CORBUSIER, Le poème de l'angle droit, 1955.

MÚSICA: Nils Frahm - Familiar
youtu.be/ftRz65RdBPk

N 8 B 642 C 4 E Aug 1, 1998 F May 28, 2016
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Fotografía tomada cunha Sony Digital Mavica MVC-FD7 en agosto de 1998

A facer mofa de min
ben disposto, dixo: "ô fin
aqui está o tamborileiro
que fuxindo d' O Gaiteiro
se escurecéra en Chavin.

Antonio Noriega Varela, O Gaiteiro de Lugo, 1933, 2.

MÚSICA: gamir gamal bashir abdel'aal - tabla & percussion solo
youtu.be/MUzXN6XyFfA

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Francisco Leiro (Cambados, 1957) tiene las manos tamaño yunque. Unas manazas generosas en surcos donde podrían germinar tulipanes. Los dedos del diámetro de un calcañar adolescente. Y en el rostro, un gesto de ave de cetrería. Es un artista que despierta un alto grado de curiosidad. Hay en él algo de infranqueable. Ha hecho de la madera su territorio de acción y el cuerpo de su escultura. Está con los ojos puestos a medio camino entre lo real y una imaginación donde censa figuras zoomórficas que no atienden a más razón que el delirio y la extrañeza (...). Desde que a finales de los años 70 Leiro escogió la figuración como punto de llegada y de salida de su escultura, la realidad está y desaparece de sus trabajos. Según el momento. Según la búsqueda que lleve entre manos. «Mi obra se compone de distintas familias de esculturas(...)». Esas familias de Leiro salen del centro de sus obsesiones, de cuando las ideas dan vueltas en círculo por el cielo del cráneo como esperando la hora de nuestro cadáver. De ahí salen estas piezas. De ahí también. Como del hallazgo fortuito de las formas, del accidente inesperado, de la necesidad de explicarse la vida a hachazos, que a veces trae vértigo y sorpresa.
Leiro vive rodeado de la recia mitología de su obra, ese bosque inventado, esas vegetaciones compulsivas. Sueña criaturas que vienen de algún lugar remoto generado bajo su occipital. A sus piezas les asesta esa sabiduría que se mantiene escondida en la mano de algunos hombres. Su obra es creación bruta y brutal. Algo muy sofisticado. Algo muy remoto. Auténtico por inexplicable. «Para mí fue esencial marchar en los años 80 a Nueva York e instalarme allí. Descubrí otro mundo para la vida y para el arte, donde había sitio para todo y para todos(...)». «Al final mi idea del arte es contar cosas a partir de una imagen. Eso es en lo que llevo insistiendo toda la vida». Él sólo cree en la realidad natural de la materia. Lo demás le suena a filosofía.

Antonio Lucas, El Mundo, 22/02/2018.

MÚSICA: Oskar Schuster - Eleonora
youtu.be/snkHzTOtEYY

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AVE SERAFÍN

Bajo la bendición de aquel santo ermitaño
el lobo pace humilde en medio del rebaño,
y la ubre de la loba da su leche al cordero,
y el gusano de luz alumbra el hormiguero,
y hay virtud en la baba que deja el caracol
cuando va entre la hierba con sus cuernos al sol.

La alondra y el milano tienen la misma rama
para dormir. El búho siente que ama la llama
del sol. El alacrán tiene el candor que aroma,
el símbolo de amor que porta la paloma.
La salamandra cobra virtudes misteriosas
en el fuego que hace puras todas las cosas:
es amor la ponzoña que lleva por estigma.
Toda vida es amor. El mal es el Enigma.

Arde la zarza adusta en hoguera de amor,
y entre la zarza eleva su canto el ruiseñor,
voz de cristal que asciende en la paz del sendero
con el airón de plata de un arcángel guerrero,
dulce canto de encanto en jardín abrileño,
que hace entreabrirse la flor azul del ensueño,
la flor azul y mística del alma visionaria
que del ave celeste, la celeste plegaria
oyó trescientos años al borde de la fuente,
donde daba el bautismo a un fauno adolescente
que ríe todavía, con su reír pagano,
bajo el agua que vierte el santo con la mano.

El alma de la tarde se deshoja en el viento,
que murmura el milagro con murmullo de cuento.
El ingenuo milagro al pie de la cisterna
donde el pájaro, el alma de la tarde hace eterna.
En la noche estrellada cantó trescientos años
con su hermana la fuente, y hubo otros ermitaños
en la ermita, y el santo moraba en aquel bien,
que es la gracia de Cristo Nuestro Señor. Amén.

En la luz de su canto alzó el pájaro el vuelo
y voló hacia su nido: una estrella del cielo.
En los ojos del santo resplandecía la estrella,
se apagó al apagarse la celestial querella.
Lloró al sentir la vida: era un viejo muy viejo
y no se conoció al verse en el espejo
de la fuente; su barba, igual que una oración,
al pecho daba albura de comunión.
En la noche nubaba el Divino Camino,
el camino que enseña su ruta al peregrino.
Volaba hacia el Oriente la barca de cristal
de la luna, alma en pena pálida de ideal,
y para el santo aún era la luna de aquel día
remoto, cuando al fauno el bautismo ofrecía.

Fueran como un instante, al pasar, las centurias...
El pecado es el tiempo: las furias y lujurias
son las horas del tiempo que teje nuestra vida
hasta morir. La muerte ya no tiene medida:
es noche, toda noche, o amanecer divino
con aromas de nardo y músicas de trino:
un perfume de gracia y luz ardiente y mística,
eternidad sin horas y ventura eucarística.

Una llama en el pecho del monje visionario
ardía, y aromaba como en un incensario;
un fulgor que el recuerdo de la celeste ofrenda
estelaba con una estela de leyenda.
Y el milagro decía otro fulgor extraño
sobre la ermita donde morara el ermitaño...

El céfiro, que vuela como un ángel nocturno,
da el amor de sus alas al monte taciturno,
y blanca como un sueño, en la cumbre del monte,
el ave de la luz entreabre el horizonte.

Toca el alba en la ermita un fauno la campana.
Una pastora canta en medio del rebaño,
y siente en el jardín del alma el ermitaño
abrirse la primera rosa de la mañana.

Ramón María del Valle-Inclán (1869-1936), Aromas de leyenda. Versos en loor de un santo ermitaño, 1907.

MÚSICA: Afonso X - Cantiga 103 "Quena Virgen ben servirá a Parayso irá", interpretada por Eduardo Paniagua & Música Antigua
youtu.be/3z7Q5y-AXfs


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