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User / SINDO MOSTEIRO / La mesa se inundó de flores, de camelias, rojas, blancas, todavía mojadas por la lluvia de la noche
Sindo Mosteiro / 5,362 items
(...)
En esto llamaron a la puerta. Oyóse la voz gangosa de la criada, llena de estupor y de susto. Apagando aquellos rumores llegó el eco bronco del mar. Y después, ante el asombro mudo de Fernanda y el asombro estridente de Don Gumersindo, entró José Eduardo, con un maletín al hombro, envuelto en un capote, chorreando agua, llenando de agua los pasillos...
El dueño de la casa fue hacia él con los brazos abiertos.
-¡Pero hombre! ¿Cómo ha venido? ¿Por dónde ha venido? ¿Por el aire, en globo?
-Por el mar, en una dorna...
-¡Si es imposible! ¡Si ni siquiera ha pasado la lancha! ¡Y mire que para no atreverse Morán en un día de tantos encargos como el de hoy!
-No se atrevió nadie. Busqué en Villaclara una dorna... Ofrecí veinte duros por traerme, hubiera ofrecido cien... ¡Nada! Que si estimarían los veinte duros, pero que estimaban más la vida...
-¿Y entonces, hombre?
-Compré al Bandallo su dorna y me vine solo...
Don Gumersindo le miró lleno de admiración y espanto.
-¡Solo!...
-Así...; con la escota en una mano, con la caña del timón en la otra... Había prometido venir, ustedes me habían prometido juerga, baile...Y yo no podía estar al otro lado aburrido, bostezando, mientras ustedes aquí se divertían...
Don Gumersindo seguía mirándole silencioso y casi con respeto. Cuando más tarde se fijó en el maletín, tuvo un gesto regocijado.
-Comprendió que el mal tiempo podía continuar, ¿eh? Trajo ropa...
No. José Eduardo no había meditado en la posibilidad del mal tiempo, no se había preparado para el porvenir; nunca pensaba más que en el presente. En aquella maleta no venía ropa.
La abrió sobre una mesa, y la mesa se inundó de flores, de camelias, rojas, blancas, todavía mojadas por la lluvia de la noche. Se dirigió a Fernanda:
-No había cosa mejor en Villaclara. No había otra cosa digna de usted...
Ella dejó sobre él una mirada lánguida, como olvidada, donde parecía aletear todo el secreto de su corazón. Entonces tuvo todavía un consuelo inesperado y dulce. La proximidad de José Eduardo pareció devolverle unas fuerzas que la distancia le robaba. Consideró más fácil luchar contra él y hasta contra la seducción de sus palabras rendidas y de sus miradas imperiosas que contra su recuerdo. Y se propuso ser fuerte, merecer todavía que Dios la perdonase y la amparase. No era un crimen enamorarse, no dependía eso de la voluntad humana; pero sí lo era ceder al encanto del amor prohibido, cuando, como a ella le pasaba, se adquirieron tan graves deberes...
(...)

Francisco Camba, El amigo Chirel, 1918.

MÚSICA: Great Big Sea - Barque In The Harbour
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Dates
  • Taken: Mar 23, 2014
  • Uploaded: Oct 14, 2014
  • Updated: Sep 9, 2016
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