A veces, la Navidad, es un buen momento para recuperar esas viejas fotografías olvidadas en un rincón de un disco duro. Cada una de estas imágenes, estos recuerdos, forman parte de la sustancia de uno mismo y más cuando como en este caso, el tan soñado viaje dejo un sabor agridulce. Viajar es aprender del mundo, de sus gentes, de su cultura, de sus diferencias y similitudes, pero aún más importante que todo eso, es un constante aprendizaje de uno mismo. Lo que fuimos, lo que somos, son en definitiva, el fundamento de lo que seremos.
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