El monumento más emblemático de la ciudad, y uno de los más importantes templos romanos de la península ibérica, alza su característica silueta en el corazón histórico de la ciudad. A pesar de su nombre fue construido en el siglo I en honor a Cesar Augusto, venerado como un dios. A pesar de los avatares del tiempo, ha llegado hasta nosotros gracias a su conversión en fortaleza donde los restos quedaron incorporados. Tras su restauración a finales del XIX las columnas quedaron de nuevo a la luz del sol, convirtiéndose en el monumento más característico de la ciudad.
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